lunes, 28 de junio de 2010

EDITORIAL - LA LUNA DE PIERROT Nº0

LUNA INTANGIBLE

El movimiento limitado dentro de un mundo lleno de paredes materiales exacerba la capacidad de ciertos seres. Aquellos que se rigen más por lo que no ven en vez de por lo que se les presenta como causas primeras. Buscan lo que saben que es superior a todo lo que a su alrededor se encuentra. Ya que todo en este mundo es tan oprimente, se liberan trasponiendo su propio ser sobre existencias inalcanzables para otros, o tal vez mejor sería decir inexistentes, pues esos otros ni siquiera mantienen una sintonización con lo que esta les pueda dar. Así, las presiones diarias se convierten en la lenta agonía de quienes ven en las rutinas la peor de las sentencias.

Sentencias que llevan a muchos al escape en la introspección, la soledad, o locura, según diría la mayoría de personas, de visión limitada. Soledad como la que vivía Pierrot, acompañado verdaderamente tan sólo de la luna, de la cual estaba enamorado y que para él era la única certeza que lo liberaba de sus demás compañeros de la Comedia del Arte, como Arlequin o Columbina, que rayaban en el materialismo. De esa manera, Pierrot veía en la luna una verdadera existencia, no como el resto; traspasaba la capacidad de su entorno y pretendía rodearse de un ente sublimador, intangible.
Así la Luna lo llevaba a sentirse más allá de la frontera de su mundo, como el arte lo hace con nosotros. Es de esta manera que La Luna de Pierrot, busca convertirse en un espacio de dos propósitos principales: la primera, ser -para nosotros- esa forma de liberación, de traspaso del muro que nos cerca, llegando a establecer dentro nuestro una conexión directa con lo que no pueden ver las personas que se ciegan. Y como segunda proposición tenderemos a mostrar mediante esa liberación personal, a los demás, aquellas otras formas de existencia que no pueden alcanzar, y que les son desconocidas. Todo ello simplemente desde una premisa básica: la de establecer un espacio sobre arte en su relación con cualquiera de nosotros, o ustedes. Así, enamorados de la Luna, enamorados del Arte.

Pierrot Wilhelm
Gustavo Lopez Tassara

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LA NOCHE, LA LUNA

Entre mundos efímeros y superficiales, donde lo mecánico y material te limita la mente a hacer siempre lo que debemos hacer, sólo la imaginación como cuna de hechos reales y ficticios, nos hace saber que hay otro mundo paralelo.

La noche, oscura y aparentemente incierta, poco sería sin su lámpara, la luna, obra del Todopoderoso, quien la puso como ama y señora para cada lunático imaginativo, quien la tomaría como esposa, reina, y hasta diosa menor, a quien rendiría sonatas amorosas para satisfacer su existencia. Pierrot, otro lunático imaginativo, tan común y corriente, aquel triste artefacto humano, de quien todos se reían -al fin y al cabo esa es su vocación, sacar siempre del otro sus más superficiales (o remotas, según sea el caso) emociones y sentimientos- aunque para él, pobre de condición, no sea más que un ejercicio rutinario, el pan de cada día hasta la noche, que es donde puede ver a la novia, la dama inalcanzable de quien estaba y está plenamente enamorado, la Luna. Pierrot es una artista, un idealista, un soñador, y la luna para él, su musa incondicional, dotada de magia, hace que de el emerjan las más inexplicables sensaciones. En ella encuentra no sólo la cuna de lo fantástico, sino que es la causante de su catarsis, la mágnum de su existencia o inexistencia, según Pierrot lo anhele.

Precisamente este es el símil más fiel del arte para el artista. En el arte se encuentra esa luna, ama y señora, y en el artista, el lunático imaginágico: preso de sus fantasías, pero que encuentra la liberación en el arte, su fiel esposa. No importa la existencia que el común Pierrot, o artista, tenga, cuan infeliz o pobre sea, cuan rutinaria o mecánica sea su vida, es el arte, precisamente, ese vehículo de liberación, quien nos sostiene y nos mantiene vivos, que nos hace capaces, existentes o inexistentes (como anhelemos), y nos hace, como a Pierrot, otro ser, habitante de ese otro mundo paralelo.

Pierrot Legión
Jean Carlo Osambela Gonzales

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PARAISO LUNAR
(Viajes sobre mundos imaginarios y/o existenciales)

Es necesario –oh hermanos míos– ponerle un subtitulo al encabezado de este texto (aunque no sé si sea el más indicado) para expresar de alguna forma esa salida o esa búsqueda que nosotros precisamos entender. “Imaginación”, una forma paralela de explicar nuestros mundos interiores, es la puerta principal de mi mundo que cruza de lo común a lo intangible; ver más allá de lo que el resto no ve o de lo que el mundo se niega a buscar. La mayoría de las personas también se encierra en una gran burbuja… que es el mundo, y ella les ofrece respuestas y refugios que no siempre son verdades concisas, en realidad, pocas veces lo son.

Escapar de lo rutinario mayormente provoca que nos “psicoanalicemos” -cada uno por su cuenta, y solos- (por llamarlo así), para darnos cuenta de la necesidad de saber o ver qué hay más allá de nuestros glasos y, como Pierrot al ver la luna, sentirnos seguros, como lograr estar en el mismísimo paraíso.

Para Pierrot la luna no era sólo la luna, era más que eso. Él era parte de ella, y ella parte de Pierrot, eran unión mutua, Pierrot entendía claramente que ella le daba a su vida esa existencia de tranquilidad que lo liberaba de su realidad.
Podía videar en ella todas las cosas hermosas que siempre quiso conocer y, a su vez, que nunca se pudo imaginar. La luna fielmente lo llevó a traspasar su imaginación. Era la llave de su puerta principal. En verdad, no sé (ni me interesa saber, realmente) si era amor lo que Pierrot sentía verdaderamente por la luna, pero sí creo que llegó a pensar que la luna estaba enamorada de él. Podría ser paranoico, pero si fuera así, es una paranoia que cualquiera se arriesgaría a vivir para sentirse mejor.

Pierrot Ruidos
Mitchel Lanazca Velorio

http://issuu.com/lalunadepierrot/docs/lp0
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