miércoles, 10 de noviembre de 2010

UN ESTRUENDO SILENCIOSO DE ANGUSTIA: EL EXPRESIONISMO CINEMATOGRÁFICO ALEMÁN

Hay ciertas fantasmagorías que suelen acosar al hombre e incluso llegar a atormentarlo y angustiarlo en extremo
E.T.A. HOFFMAN

Nos estremece la violencia del conflicto interior, de lo
definido con lo indefinido, de la sustancia con la sombra.
Pero si la contienda ha llegado tan lejos, la sombra es
la que vence, luchamos en vano.
E.A. POE

El expresionismo es una tormenta: desde los nubarrones oscuros que anuncian la proximidad de la tempestad, hasta la llegada de la lluvia, los vientos y los truenos, que azotan incesantemente; una amenaza que quiere arrasar con todo y quiere ser total, que da luz con sus rayos, pero sólo para parir lugares en los que las sombras jamás se pierden, en donde pueden cobijarse los seres creados y rescatados del imaginario de un pueblo con sentimientos casi tan fantasmagóricos como los representados en sus películas; un espíritu artístico que busca distorsionar la realidad objetiva para encontrar un verdadero sentido, que nazca del interior.

Expr esionismo: movimiento que halló en Alemania el lugar perfecto para desarrollarse, tanto como se lo permitió el momento histórico por el que pasaba este pueblo: fue, prácticamente, la explosión retenida que no había reventado en años, décadas, de opresión, respecto a un entorno siempre oscuro, intranquilo, confuso y convulso. Tanto estética, como históricamente, era momento de que el expresionismo tuviera su auge. Por un lado, la derrota en la I Guerra Mundial dejó en Alemania una humillación que el Tratado de Versalles se encargó de remarcar: pagos de reparaciones, pérdida de territorio, reducción del ejército -golpe fuerte para una nación que se enorgullecía de su poderío militar-; lo que pasó después dentro de la sociedad alemana: la inestabilidad política, social y económica, los intentos de golpe de estado a la República de Weimar y, de entre este caos, la ascensión de Hitler. Mientras que por el otro, las nuevas búsquedas del arte, la ruptura entre ésta y la realidad tal como la percibían los sentidos, el reinado de las vanguardias y el influjo de Wilhelm Worringer para el surgimiento del expresionismo como contraparte del impresionismo. Éstas fueron las razones para que se buscara una verdad en un arte distinto, disconforme, amorfo y con una vitalidad que emanaba del grito de la muerte.

CINE SILENTE, GRITOS SILENTES
No en vano, gran parte de las películas de este movimiento de inicios del siglo XX abarcó temas sobrenaturales, oscuros, ubicándose lejos de la luz de la razón; condensando, en cuanto elemento podían, el sentimiento de angustia que por dentro consumía a sus autores. La angustia, esa es la clave del expresionismo cinematográfico, y los cineastas de esta etapa, entre los que destacan Fritz Lang y Friedrich Murnau, la supieron tomar de otras artes (como de la pintura -Der Blaue Raiter y Die Brücke- o el teatro -Max Reinhardt-) y, también, de su ambiente inmediato. Las condiciones dadas confluyeron para reformar en un nuevo concepto la creación artística.

El expresionista recoge temas tenebrosos porque su espíritu es tenebroso. Reconoce la alegría del mundo externo como pura farsa, inservible para construir un arte libre, justamente, de lo moderno, de la lógica y del perfecto encajamiento de los sentidos con la realidad. Es necesario distorsionar, exagerar, transformar, para que se puedan mostrar verdaderamente los sentimientos, tal como estos hacen sucumbir a una persona en su interior. En cuanto a los medios para expresarlos, fueron muchos en el naciente arte cinematográfico: desde la interpretación de los personajes y los escenarios que no sólo eran fondo, sino parte de la historia y de la opresión que se cernía sobre todos, hasta
la iluminación, que quebraba los planos y fijaba la atención sobre un personaje en especial, dejando en tinieblas todo lo demás que, por momentos, era el propio infierno.

El aprovechamiento de la sombra, y prácticamente el haberle dotado de vida es una libertad que tomada para acomodar su sentido del arte y darle fuerza. De las sombras nace la fantasía que vive en cada mente, de las sombras se despiertan los sueños, y con ellos, las pesadillas que, como campanas de catedral se esparcen por el espacio cubriéndolo todo. Las aves negras, dragones casi, sobrevolando el cielo en Fausto, son una muestra de la amenaza que se aproxima. Sutil, sin embargo, siempre un poco lejos, pero sin duda acercándose cada vez más, y a punto de destruir poblaciones enteras, como la peste llevada por el conde Orlock en Nosferatu. La amenaza es lo más terrible del peligro. Es el terror de saberse atormentado.

LA INHUMANIDAD DEL ALMA
La angustia es estimulada por cualquier hecho. La convivencia de una vida normal y del peligro, por ejemplo, alimenta aún más lo terrible de caer en una espiral sombría. A través de la compra de una casa, Orlock extiende la peste por todos los puertos por los que pasa mientras se acerca a la “doncella”; Caligari (El gabinete del Dr. Caligari) quien es a la vez un renombrado doctor y un simple hombre de feria, viaja de pueblo en pueblo controlan do al asesino de las sombras, Césare. Ellos son el manto de nubes que se viste de lo cotidiano.

Están presente, además, una larga lista de seres desposeídos de humanidad, creados para los propósitos de otros, autómatas que no tienen ninguna conciencia de su ser, ni de su identidad, porque tampoco la poseen; creados o traidos a la vida por Caligari, Rottwang, (Metrópolis), o el Rabino -(El Golem): Césare, Futura, Golem, respectivamente, guardan, sin embargo, alguna porción de características humanas. Son tal vez una fuga, un escape de lo monstruoso de la condición civilizada, que no deja al arte ser un medio de expresión libre de ligaduras. Un simbolismo de lo que pueden hacer mentes que se creen superiores, a otros, maniatados y manipulados, pero en esencia más libres. O tal vez una profecía de lo que a la humanidad le depararía de no detener su irremediable prisa e hipocresía social: la completa maquinación de su ser y del entorno. O, aún peor, ni siquiera una profecía: un grito desesperado del presente que vivían en ese momento los alemanes y buena parte del mundo.

La monstruosidad tanto física como no física de los personajes es otro recurso. Físicamente no sólo los antihéroes, sino también los personajes secundarios están representados, en su mayoría, por seres grotescos: jorobados, de mirada esquiva, de cabellos desordenados y largas barbas, con cejas exageradamente sobrepobladas -por ejemplo en Nosferatu-, que llevan a pensar que súbitamente el peligro puede venir de cualquiera. La escenografía no está exenta de ello. Hasta la casa que compra Orlock, asemeja una catedral gótica.

LA LUCHA, LA PÉRDIDA
Las luces, los contornos, los personajes, los encuadres. Si por fuera todo es deforme, por dentro también. La oscuridad, como ausencia de luz, destruye los impulsos, niega cualquier intensión cinética y cualquier intensión en sí. Las luces que rompen el cuadro están en conflicto inquietante con la oscuridad, pero es ésta la que gana más terreno. No vemos a Césare culminar el crimen que Caligari -quien disfruta con los asesinatos- le ordena, sino que es su sombra la que aparece en pantalla frente a la víctima. Conforme se actúa, todo se deforma y oscurece, se vuelve indefinido, todo está inscrito en las tinieblas del ser.

No podemos ver, porque el actor no puede actuar, porque el ser no pueder ser. Es un mundo de imposibilidades, de nudos irresolutos, que sólo con un tajo se deshacen ante la mirada extraviada y ajena. Es el mundo del interior luchando por salir y vencer la luz de afuera. Es el movimiento hecho caos, tal como dentro de una camisa de fuerza el irracional trata de dar libertad a sus brazos maniatados por alejarse de la razón. Quizá, abstrayendo a este punto, el arte podía llegar a una expresión total del sentimiento. Eso persiguió el expresionismo que, en el cine, supo explotar la esencia de un arte que recién nacía: el movimiento (cinema = movimiento) y su dramatismo en el conflicto y la confusión. El dinamismo de las escenografías, la brusquedad de la iluminación, la exageración de la

interpretación. Todo llevaba a tener siempre un clima de alerta y de movimiento, de expresión genuina del temor y la angustia interior humana. En el expresionismo alemán no hubo escena que no buscara, o que no huyera, del terror, de la tormenta, de la tempestad del alma.


BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
DIETMAN, Erik. El Expresionismo. 1998
EISNER, Lotte. La Pantalla demoniaca: las influencias de Max Reinhardt y del expresionismo. 1996
KRACAUER, Sigfried. De Caligari Hitler: historia psicológica del cine alemán. 1985

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